jueves, 14 de abril de 2011

Una piedra es para siempre


Hoy me he despertado con una alegría en mi mail: ¡la primera colaboración de este blog! Fosco D'Amelio, geólogo y escritor italiano, amigo mío y compañero de faenas de una de las mujeres más maravillosas del planeta con la que me une más de un souvenir trasnochador y más de un viaje a tierras no tan lejanas, me ha enviado una maravillosa reflexión sobre las piedras como el souvenir privilegiado por los geólogos y la divertida foto que podéis ver en este post. Me ha hecho especial ilusión por su carácter diferente en el mundo de los souvenirs (oh, ampliaré mis miras, claro, porque ahora se abre una puerta hacia un universo infinito de billetes de autobús y entradas de museo) y porque desde la Toscana, que es donde viven, no podía una más que esperarse un David en miniatura o algo peor. Poco más que decir. Lo que sigue es el texto que, al abrir mi correo electrónico, me trasladó también a mí a la Toscana siguiendo la estela de otro par de afectados por el mal de estar en otra parte.

“El recogedor de los souvenirs más inutiles, feos y muchas veces aburridos es el geólogo. Vaya adonde vaya, se lleva a casa kilos y kilos de piedras cuyo aspecto no tiene nada que ver con lo que la gente normal considera bonito. Amasijos de minerales oscuros y sin geometrías significativas para un observador corriente, para él son el símbolo de fenómenos raros o impresionantes, que te cuenta con la cara iluminada por un sol que ya fue, el sol del prevenir. Y la casa de un geólogo está llena de inutilidades que cuando llega una mudanza hay que seleccionar para evitar maletas que ni un burro nepalés se atrevería a llevar.

Pero lo concreto de los souvenirs líticos no suele ser la cuestión. La verdad es que llevarse una piedra es llevarse un trozo de mundo. Si la comida se deshace enseguida dentro de los estómagos viajeros, así el agua cristalina de un mar apenas conocido se seca en cuanto se dejan los pasos ya lejos de la arena. Los autóctonos se quedan allí despidiéndose en el aeropuerto o por la calle delante de la última bebida juntos, y si tienen ocasión de reencontrarte en tu país, será como ver un martín pescador en el desierto del Gobi, que se hunde en su mismo sudor para buscar comida.

Las piedras, por el contrario, siguen siendo piedras donde sea, se convirtieron en piedras antes de que nosotros los seres humanos nos imagináramos simplemente que íbamos a existir y allí, y así, se quedarán hasta que nosotros los seres humanos acabemos sin ser nada ni estar en ningún lugar concreto. Sólo quedarán souvenirs de nuestro paso, recuerdos que la Tierra olvidará tan sencillamente como ahora pasa de todo. Para ella cada piedra cogida es como una escama de nuestra piel quitada por una hormiga. Que a lo mejor la enseñará a sus amigas hormigas, diciendo “he visitado el hombro, la espalda, la pierna derecha”. “¿Y la izquierda?”. “La próxima vez, cuando encuentre un hormiguero más espacioso para guardar todas las escamas”.

Por cierto, me explica Raquel que la tapa para la cámara que aparece en la foto sirve, a los geólogos, de escala. Lo cierto es que antes de esa explicación y antes de leer el texto pensé que el interés de la imagen residía precisamente en ese trozo de plástico, huella del turismo, que algo deja, y no siempre biodegradable, allá donde va. No importa cuán lejos lleguemos.

Seguid enviándome cosas, al menos fotos que encontréis o postales que tengáis u os envíen, a olvidarunouvenir@gmail.com

Inés Plasencia Camps

1 comentario:

  1. no te preocupes, algo con el david tenemos para ti, mucho mejor que la miniatura, es sólo una cuestión de tiempo, el tiempo de encontrar un baño en medio de una carretera, y por ahora no te digo más...

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